“río abajo, río arriba”
ARTE, CULTURA Y BIOMIMESIS
Caminamos como equilibristas por una línea tenue y frágil.
Desde ella observamos que hay ríos que bajan y ríos que suben.
Una naturaleza que se sostiene así misma, un río que fluye naturalmente hacia abajo. Del otro lado, observamos una civilización, que se sostiene a base de repercutir en la naturaleza todo su crecimiento, una civilización que fluye artificialmente como un rio hacia arriba.
Dos modelos antagónicos, separados por un abismo.
Tener que hablar de biomimesis es ante todo la evidencia de esta distancia abismal que el hombre ha ido forjando con el mundo de lo natural a lo largo de los siglos. Estamos inmersos en la cultura de la extracción, basada en el uso sin restitución de los recursos naturales que hemos estado explotando sin cesar, estableciendo de este modo una relación de subordinación total de la naturaleza a las necesidades del hombre.
Ante tal situación de distanciamiento, la biomimesis debe ser entendida como un proceso natural de acercamiento al mundo natural, un punto de inflexión en nuestra manera de pensar el medioambiente y como un elemento clave en el nuevo paradigma de acción que nos ha de llevar a modelos de correspondencia, de similitud y de cooperación con nuestro entorno. Un acercamiento que nos permitirá volver a conectar físicamente, pero también mentalmente y espiritualmente con la naturaleza.
Centrémonos por un instante en esta constatación: hace solamente 500 años, occidente desconocía todo el continente americano y la mayor parte del planeta. Esa tierra incognitae como la llamaban, colmaba sus ansias de descubrimientos y nuevas aventuras. En tan sólo 500 años y desde esta cultura de la extracción a la que nos referimos, nos vemos obligados hoy a interponer una coma entre estas dos palabras: tierra, incognita.
Toda la simplicidad de una coma adquiere una dimensión planetaria esencial, un símbolo inesperado de la realidad, un abismo que nos enfrenta a una naturaleza del limite y que nos obliga a tomar consciencia de la finitud por primera vez en la historia de la humanidad.
Sabedores que la consciencia determina nuestra concepción del mundo, los artistas, como los científicos de la biomimesis, intentamos participar del pensamiento crítico cada vez más necesario sobre la sostenibilidad del planeta, fomentando des de la eco-evolución en la que estamos inmersos, una visión del mundo más harmoniosa e integradora.
Inevitablemente me pregunto: ¿cómo puede ser útil el artista en una sociedad que prescinde de él? ¿Cual es y como se expresa su responsabilidad social?. Los artistas sugerimos la respuesta a estas preguntas al entender el arte como una búsqueda de la verdad, la verdad íntima del hombre y en suponer que el arte, proporciona una conciencia de la vida más intensa que modela nuestra concepción del mundo.
Si por un lado los científicos de la biomimesis, intentan entender la experiencia en lo que hay en ella de repetible, sus leyes universales, esta misma experiencia puede ser conocida a través del acto creativo en lo que tiene de único, particular e irrepetible. Dos acercamientos posibles y complementarios como formas del conocimiento de la realidad que nos han de llevar a un mundo más sostenible y bioinspirado.
Con nuestras manos, a través de los pinceles y los cinceles, los artistas redibujamos permanentemente esa línea sutil y novedosa desde la que mirar el mundo. Ofrecemos un espacio de consciencia que nos proporcione una visión de las cosas más allá de lo concreto, más cercanas a lo invisible e intangible de lo que nos rodea, que nos lleve a admirar nuevos paisajes y nuevos horizontes insospechados.
Las obras de arte son claves de interpretación para cada uno de nosotros, faros llenos de luz para transcender en la búsqueda de la línea perfecta en la que encontraremos el sentido de la unidad con el todo, donde reside el mensaje subliminal que la naturaleza nos ofrece, la unión perfecta entre el mundo natural y el mundo artificial, el lugar en donde los dos ríos, el que baja y el que sube, se encuentran y se difuminan en un solo mundo.
La obra artística biomimética, nace desde la naturaleza de la naturaleza, ya sea desde la idea de ella, ya sea desde la representación que de ella realizamos, pero siempre presentándola en forma de paisajes abstractos y figurativos que desde el silencio nos miran, nos devuelven nuestra mirada, como un espejo, reflejando nuestra propia naturaleza de hombres.
Sin embargo, más allá de la ciencia y más allá del arte, tenemos que entender que sólo nuestro compromiso individual en la búsqueda de una solución global a los retos que se le presentan al hombre, nos permitirán seguir disfrutando del planeta tierra y deleitarnos en la búsqueda de la línea infinita.
Manu vb Tintoré
ingeniero agrónomo
artista bioinspirado